La respiración es, sin lugar a dudas, una herramienta de vital importancia para la oratoria, no sólo sirve para calmar el nerviosismos, sino que también permite llevar mayor oxigenación al cerebro y ello a su vez logra un gran funcionamiento impecable en los procesos mentales.

El individuo que busque entrar en el universo de la Oratoria, habrá de entender que lo primero que debe aprender, no son las propias técnicas de la palabra hablada, sino forma correcta de respirar profundamente.
El orador profesional imposta su voz de manera tan excelsa y con tal técnica que parece en extremo natural y simple, pero dicha naturalidad es producto de años de experiencia, que en un inicio eran horas de práctica de la respiración profunda para aplicarla en el ejercicio de la oratoria, pues nada de complejo tiene respirar de dicha forma cuando no se esta haciendo oratoria.
La complejidad, radica en sincronizar la respiración con la disertación, en evitar los espacios muertos que, más que silencios adecuados, son evidencia de una “bocanada” de aire que corta el flujo de la idea; es decir, incluso para respirar en la oratoria existe la técnica adecuada.
Respirar profundamente permitirá que el diafragma se expanda de forma tal, que pareciera que estamos “llenando el estomago de aire”; una vez lleno tendremos la suficiente capacidad para impostar la voz correctamente.
En conclusión vemos que la respiración es la base de muchos de los procesos que se viven en la oratoria, pues nos ayuda a calmar el nerviosismo, a dar pausas a nuestra disertación, a impostar mejor la voz.
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