Más que un término individual se convierte en un ecosistema que integra otros principios, formando así una comunidad de conceptos de noble procedencia cuyos procesos vitales se relacionan de forma tal que permiten su propia convivencia; términos como: oratoria, inspiración, reflexión, progreso, evolución, motivación, superación, entre tantos otros más; son piezas fundamentales que forman el ecosistema del Liderazgo.


En él se respiran momentos de dulces experiencias o lapsos de amargura intensa, es una selva de emociones y sentimientos, un océano de enfoques y perspectivas, una tundra de ideales, un desierto donde existen pocos manantiales que sacian la sed de los que, como Saint Exupéry, buscan “esa agua” que es “buena para el corazón”
Más importante aún, esta vivo. Se mueve, fluye y muta en constante evolución; es una manifestación, una reacción, es el resultado de un conjunto de fuerzas y procesos que están en continuo movimiento ascendente permitiendo así darle vida a un término de tan inmaculado origen.
Si, esta vivo, ya se ha dicho; nace, crece y muere para así volver a renacer en éste ciclo interminable de progreso que llamamos vida, empero, no es el mismo. En cada renacer se va adquiriendo experiencias que lo marcan, evoluciona junto con la humanidad; el liderazgo de hoy no es el mismo de ayer. El segundo ha envejecido.
Se desenvuelve a la par de la humanidad, ya sea en abruptos terrenos o en afables senderos, siempre acuciando el progreso, adquiere los principios de la época y es precursor de los nuevos que habrán de brillar en la generación siguiente.
Ello nos indica que la sociedad y el liderazgo caminan a la par, solos no andan; y así como puede existir sociedades dentro de una sociedad mayor, el ecosistema del liderazgo puede estar conformado por otros ecosistemas más pequeños y diferentes entre sí, cada uno con su personalidad.
Así es el liderazgo, un ecosistema vivo que esta en constante evolución ascendente...
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